Hace treinta y cinco años, un buen amigo, de muchos años, me pidió encargarme de una pelea de compromiso por él. Cuando recogí a sus gallos no había ni uno de entre todos, que se acercara a 150 gramos del peso límite. Desesperado, metí un gallo mío, grande y torpe que tenía solo 11 meses de edad. La primera vez que lo probamos con botadores no quiso ni pelear. Solamente bailaba ahí tratando de hacer una amistad con su oponente, como “Fernando del Toro” del cuento de niños. La segunda vez dio un par de saltos de cuervo intentando tirar golpes. La tercera vez, parecía estar agarrando la idea un poco, pero no mucho. Yo entré a la pelea de compromiso con nerviosismo y miedo, decidido a no llamar el peso límite, si lo podía evitar. Al final lo hizo mi oponente. Me sentí mal. Pero el joven “Fernando” ya había agarrado la idea; se metió al anillo como un huracán y se deshizo de su oponente la primera vez que fue soltado. Yo ni siquiera había cortado sus espolones. Dos semanas después, ganó la pelea decisión en el Torneo Nacional de Gallos Jóvenes, en Troy, Nueva York. No me gusta citar estas experiencias personales, pero dan los mejores ejemplos que conozco de la futilidad de juzgar a sus gallos por sus pruebas con botadores, cuando están inmaduros.
Durante muchos años mandé todos mis gallos sobrantes a las Filipinas. Las aves habían ganado mucho ahí, en peleas de “cuchilladas”. Siempre había una muchedumbre en el aeropuerto esperando nuestra llegada; tenían que verlos pelear con botadores ahí mismo después de un vuelo de 48 horas, para escoger a los mejores. Yo esperaba que escogieran mal. Mi amigo, quien los importó, se había enterado desde antes acerca de cuales aves yo consideraba superiores. Luego estaban esos galleros, que siempre quieren probar para ver la disposición para pelear. Cada uno tiene su prueba favorita. Nunca vi que alguno de ellos haya escogido algún gallo con verdadera disposición para pelear. Yo tengo una sola fórmula para esta cualidad: un deseo insaciable de matar. Ustedes pueden seguir la discusión todo el tiempo que quieran pero no me incluyan. Estas discusiones largas y continuadas no me interesan. Yo quiero ver al gallo ahí adentro, dando todo lo que tiene que dar, en la pelea.
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